lunes, 9 de mayo de 2011

La familia, la importancia de la educación




Son muchos los alcances y aprendizajes que podríamos extraer del estudio de las tendencias en la sociedad y en la familia chilena, pero la finalidad es visualizar las transformaciones en la familia.
Transformaciones que intentaremos abordar con respecto a las formas que adopta la vida en familia en Chile, identificando algunos de sus principales cambios-
Una de las  instituciones que realiza una de las intermediaciones más relevantes entre el individuo y la sociedad. 


Es la ‘familia’. Es el lugar donde se forja la cultura y donde se transmiten la memoria y la herencia cultural de la humanidad. Es en ella donde se aprenden formas de enfrentar y resolver conflictos, el desempeño de roles y responsabilidades entre hombres y mujeres, el ejercicio de la libertad y autonomía personales, el compromiso, la solidaridad y la búsqueda del bien común.

Desde la perspectiva de los hijos e hijas que en ella viven, la vida familiar es el contexto primario de formación y socialización. Desde los padres, el de desarrollo y realización personal. Ir haciéndose adulto en familia, supone el establecimiento de un compromiso de relaciones intimas y privilegiadas, con al menos otra persona. De esta manera, las familias no son sólo núcleos de subsistencia y reproducción, sino ámbitos de subsistencia en común, de comunicación, de afecto y de intercambio sexual. La forma en que cada familia, concreta y actúa estos recursos, definirá la naturaleza de su organización interna y la calidad de las relaciones en su interior.
Pero como las instituciones cambian, la familia chilena está cambiando, tanto en la forma de organizarse como en su imagen y en las relaciones que establece entre sus miembros. Las personas perciben este hecho y lo vinculan a la modernización del país.
Los cambios anteriormente mencionados, entre otros, han generado diversos juicios sobre el impacto cultural en la familia. Se detectan aspectos positivos, como el nuevo rol de la mujer y negativos, como la falta de tiempo para los encuentros familiares.
La familia ha debido readaptarse a diversos cambios, como la incorporación de la mujer a distintos ámbitos de la vida social, así como al mercado laboral, ya que gatilló cambios en la familia y en la vida cotidiana, lo que implica una redefinición de roles, específicamente, transformaciones en la maternidad y en el papel de la mujer en la familia.



Esto conlleva a que con la entrada de la mujer al trabajo, deba dejarse los cuidados de los hijos a instituciones como la escuela. Es por ello que, la Escuela ha debido asumir en muchos momentos del desarrollo de los hijos un rol de familia sustituta. Pero ésta, a su vez, sobre demandada por las expectativas sociales de eficiencia, de exhibición de logros y resultados, de garantizar la movilidad social ascendente y el éxito futuro. Considerando la tendencia de conjunto cabe la pregunta si acaso la Escuela desarrolla efectivamente el sentido filial de los hijos, en sustitución de sus padres, o enseña más bien a los hijos a vivir sin padres, a prescindir de ellos. Cuando se produce este último resultado, surge espontáneamente la tendencia complementaria, es decir, que los padres “depositen” a los hijos en las Escuelas para que ellas hagan lo que quieran o lo que puedan. Se retroalimentan, en consecuencia, las tendencias a la segregación y mutua exclusión entre el hogar familiar y el mundo.


(F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado.)




Las Escuelas se quejan de la indiferencia de los padres. Estos, de la mala influencia de las Escuelas. Frente a casos críticos, como el extendido consumo de alcohol y drogas, el desencuentro se hace más visible. También en los casos de violencia, que parecieran aumentar.

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